La democracia tuvo su origen en la Grecia antigua, especialmente en la polis de Atenas, entre los siglos VII y IV a.c..
La instancia máxima del gobierno de la polis era la Asamblea, integrada
por todos los ciudadanos libres. La
cantidad reducida de habitantes y el hecho de que las mujeres y los esclavos no
participaran permitían que los ciudadanos pudieran reunirse en la plaza pública
para discutir los asuntos públicos.
En la democracia griega no existía la representación, los cargos del
gobierno eran ocupados alternativamente por todos los ciudadanos y la soberanía
de la asamblea era absoluta.
La clase burguesa de los países europeos occidentales del siglo XVIII
tomó el espíritu de la democracia ateniense como un modelo opuesto a las formas
autoritarias que primaban en el continente. Ante los privilegios y el monopolio
de los monarcas y los nobles, un gobierno cuyos ciudadanos discutían las
decisiones de las cosas públicas, se convertían en el ideal para lograr cambiar
las malas prácticas, y a partir de esa concepción se dieron las bases del
pensamiento liberal.
En lo que concierne al surgimiento de la democracia moderna se asocia su
formación con el desarrollo de la Revolución Francesa de 1.789 la cual su mayor
aporte a las sociedades contemporáneas fue la declaración de los derechos del
hombre y del ciudadano, basado en los pilares de la libertad y la igualdad de
todos los miembros de una comunidad ante la ley.
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